BRIDGES. Julio Rojas. Nueva York. 2009.

sábado, 20 de noviembre de 2010

EL TALENTO DE MR. RIPLEY

THE TALENTED MR. RIPLEY
1999
Dirección: Anthony Minghella
Guión: Anthony Minghella sobre la Novela de Patricia Highsmith
Música: Gabriel Yared
Fotografía: John Seale
Reparto: Matt Damon, Gwyneth Paltrow, Jude Law, Cate Blanchett, Philip Seymour Hoffman, Jack Davenport, James Rebhorn, Sergio Rubini, Philip Baker Hall, Ivano Marescotti
Premios: 5 nominacines al Oscar, incluyendo Mejor actor secundario, vestuario, música
5 nominaciones al Globo de Oro, incluyendo Mejor director, película - drama, bso
BAFTA: Mejor actor secundario (Jude Law). 7 nominaciones
2 premios National Board of Review: Mejor director, actor secundario (Hoffman)
Género: Intriga
Localizaciones: Upper West Side (225 Central Park West con 82nd St)
Theater District (Lyceum Theatre - 149 West 45th St)
Tribeca (Apartmento de Tom - Franklin Place and White St)
Sinopsis: El dependiente de unos servicios de Manhattan, Tom Ripley, pide prestada una chaqueta de Princeton para tocar el piano en una fiesta al aire libre. Cuando el rico propietario de la finca en que discurre la fiesta charla con él, Ripley le hace creer que es amigo de su hijo Dickie, por lo que el padre le ofrece 1000 dólares por traerlo desde Italia de vuelta a casa.

Crítica:
Eros y Tánatos

En El Talento de Mr. Ripley, Anthony Minghella desentrama los lazos de la psique humana poniendo a luchar sobre el cuadrilátero el ello, el yo y el superyó, haciendo que gane por goleada el primero, pues los deseos e instintos primigenios modelan y moldean al ser humano más allá de su decencia. También Freud dibuja parte del compás de esta obra, pues la pulsión de muerte (Tánatos) y la pulsión sexual (Eros) construyen la trama y la intriga de este rocambolesco y asfixiante thriller en el que los callejones sin salida se amontonan para las piezas de ajedrez de su director, sus personajes, que sufren las consecuencias de la bola de nieve de mentiras que Ripley va construyendo en su avance en la historia.

Porque Ripley no es un hombre al uso, pero a la vez preserva algunas de las ambiciones y defectos más antiguos del ser humano. Su inseguridad le revela como un hombre tímido y apocado, con afán de reconocimiento social y sexual. Dikie, su antagonista, es el mito que Ripley siempre quiso ser, alguien atractivo, encantador, que dirige la vela de su vida, y que no piensa en los demás para medirse a si mismo. La admiración da paso al siguiente sentimiento lógico, la envidia, y por vivir la vida que nunca pudo llevar, Ripley trata de suplantar todo lo que Dikie significa, desde su nombre hasta un traje usado. Ripley es un ser melancólico, casi patético. Dikie es alguien libre, expansivo, agotador. Son dos humanos dirigidos por ese ello del que Freud hablaba, y la colisión entre dos extremos da paso a la lógica lucha, primero fría, luego de bombas.

Minghella era un tipo inteligente, eso está claro. Supo renovar y revolucionar el cine épico – romántico clásico con El Paciente Inglés. Supo leer en La Odisea a Cold Mountain. Supo dar una visión inaudita al melodrama con Breaking and Entering. Y con El Talento de Mr. Ripley sigue los pasos de Hichcock, haciendo accesible la prosa de Patricia Higsmith sin perder inteligencia, trufando de bellas metáforas creadas por él la adaptación cinematográfica (como el significado de la música en cuanto a los personajes), mostrando la “dolce vita” italiana pero sin perder el clasicismo de sus escenarios, ni sus claroscuros (En Nápoles, Ischia, Roma, Venecia), aspectos también vinculados a sus personajes. Además dirige un reparto en estado de gracia, en el que el trío protagonista está antológico, Damon en su mejor papel, repulsivo y conmovedor, Paltrow totalmente emotiva y real, Blanchet con una elegancia y un empaque digno de una estrella de cine clásico, Hoffman salido y repulsivo, y Law haciendo un trabajo tan bueno que hace que todo público saque al Ripley que hay en uno, por la envidia, admiracíon, repulsión e ira que provoca.

Admiro a Minghella porque sabía hacer del cine una experiencia bella, porque era capaz de trasladarnos a otros lugares, porque elegía como nadie sus colaboradores técnicos, porque dirigía y escogía a los mejores actores para trabajos que serán recordados y porque nos contaba historias del modo que las veíamos como niños, con los ojos abiertos, fascinados ante lo que quedaba por llegar, envueltos en los velos de celuloide que rodaba como si fueran palios y que por ello perdurarán en mi memoria.

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