BRIDGES. Julio Rojas. Nueva York. 2009.

martes, 7 de junio de 2011

COMPULSIÓN

SWOON
1992
Dirección: Tom Kalin
Guión: Tom Kalin, Hilton Als
Música: James Bennett
Fotografía: Ellen Kuras
Reparto: Daniel Schlachet, Craig Chester, Ron Vawter, Michael Kirby, Michael Stumm, Valda Z. Drabla, Natalie Stanford
Premios: Sundance: Mejor fotografía
Festival Internacional de Berlín: Mejor película y mejor director.
Nominado Tom Kallin en Deauville Film Festival
Fantasporto: Mejor director
Gotham Awards: Mejor director
4 Nominaciones Independent Spirit Awards (Fotografía, director, actor, película)
Género: Biografía, Intriga
Localizaciones: Central Park
Harlem (Harlem Court House)
Sinopsis: Richard Loeb y Nathan Leopold Jr, dos amantes homosexuales, asesinan al joven Bobby Frank por el mero hecho de probarse que pueden hacerlo. El abogado intenta salvarlos de la pena de muerte declarando que sus clientes son insanos y tomando la homosexualidad como prueba de demencia. La película está inspirada en un caso real que conmocionó al público a mediados de los años 20 y se convirtió en un escándalo de proporciones mayores...

Crítica:
Poema sobre la Irrealidad y el Mal

Descubrí Swoon, de Tom Kalin, supongo que como muchos otros, a raíz del estreno de Savage Grace, y revisando la primera película de su filmografía, me he encontrado con esta joya extraña, inusual en todo marco cinematográfico, y completamente desconocida película. Comparte con Savage Grace, muchos de sus defectos y virtudes. Ambas quieren abarcar una historia demasiado grande para los medios que poseen. Ambas hablan de tabúes más allá de lo que podamos considerar tabú: incesto, infanticidio, homosexualidad (en cine americano de principios de los noventa...), pero en ningún caso, ni lejanamente, juzgan esos hechos.

Y tanto Savage Grace como Swoon poseen una cualidad indescifrable, que es el baño de irrealidad que colma sus imágenes, confiriendo un poder de misterio y desasosiego inusual en todo cine, clásico o contemporáneo. En el caso de Swoon, el poder de la imagen es tal, que a ratos casi consigue abstraernos del repugnante hecho – real – que conmovió a la América de los años 20: el asesinato de un niño por parte de una pareja de amantes homosexuales, sin motivo aparente ni necesidad alguna. Desde su posición intelectual y acomodada, traman un asesinato con el único fin de comprobar si pueden salir impunes, pero sin buscar prueba alguna de fallos de la justicia o la mente, lo que remite a “La Soga”, de Hitchcock.

Y la directa posición imparcial de la propuesta es lo que crea mayor incertidumbre. Tom Kalin consigue una atmósfera casi onírica, lírica, pura, para contar los deshechos lamentables que quedan en la sociedad. No juzga a quien asesina, ni juzga a quien juzga por una condición sexual, sino que se limita a contar los sucesos como si de una lectura de un cuaderno de bitácora se tratase.

Y todo en su cinta acompaña a tal sensación minimalista, desde un reparto – absolutamente desconocido – que prima el detalle más mínimo; hasta una fotografía que crea obras de arte en movimiento, la razón de ser y de existir del cine mismo.

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