BRIDGES. Julio Rojas. Nueva York. 2009.

viernes, 5 de noviembre de 2010

A LA CAZA


CRUISING
1979
Dirección: William Friedkin
Guión: William Friedkin
Música: Jack Nietzche
Fotografía: James A. Contner
Reparto: Al Pacino, Paul Sorvino, Karen Allen, Richard Cox, Joe Spinell, Don Scardino
Premios:
Género: Intriga
Localizaciones:
Sinopsis: Una serie de salvajes asesinatos se están produciendo en los ambientes gays más sórdidos y fetichistas de la ciudad de Nueva York. Un policía se infiltra en ese mundo para tratar de dar con la identidad del asesino.

Crítica:
Cruising

Me he llevado una sorpresa al ver la valoración general de esta película hoy en día. Pensaba que una película de William Friedkin y Al Pacino de la época en que está realizada Cruising (un título mucho más acertado que “A la caza”), no podía ser mediocre. Y tras verla, aún con defectos significativos, lo sigo pensando.

Cruising cuenta la historia de un policía de Nueva York, esa Nueva York sucia, peligrosa y decadente de la década de los ochenta, que ha de infiltrarse en los bajos fondos de la vida homosexual para descubrir a un asesino que ha matado salvajemente a otros homosexuales en ambientes de sexo duro, drogas, cuero, y donde el placer se da la mano de el dolor.

Y con esta historia, sí es cierto que es una lástima que el guión no se aleje un poco más del tópico del cine policiaco y del tópico la psicología del asesino. Porque en Cruising hay otros elementos que si están sobradamente conseguidos, sobre todo la atmósfera malsana por dónde se mueve el protagonista, o la composición de Pacino, que como era de esperar es superlativa, aunque me da la impresión que la búsqueda mental de su personaje se vio en parte coartada por no poder ahondar más en el conflicto – apuntado solamente – sexual del detective.

Cruising no puede ser pues, elevada a la categoría de clásico de cine policiaco que tantos casos dio en los setenta y los ochenta, pero es de todas formas, una atractiva cinta de intriga mucho más provocadora de lo que parece, sobre todo si la contemporizamos en el Hollywood de esa época; complementa la filmografía de Friedkin, siempre interesado en los débiles límites de la cordura y la locura, de la moralidad y el mal; y ofrece de nuevo una creación alucinante de uno de los mejores actores que ha dado el cine, su secuencia del baile lo atestigua.

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