BRIDGES. Julio Rojas. Nueva York. 2009.

jueves, 10 de febrero de 2011

KINSEY

KINSEY
2004
Dirección: Bill Condon
Guión: Bill Condon
Música: Carter Burwell
Fotografía: Frederick Elmes
Reparto: Liam Neeson, Laura Linney, Chris O’Donnell, Peter Sarsgaard, Timothy Hutton, John Lithgow, Oliver Platt, Tim Curry, Dylan Baker, Julianne Nicholson, William Sadler, John McMartin, Veronica Cartwright, David Harbour, Dagmara Dominczyk, Luke Macfarlane
Premios: Nominada al Oscar: Mejor actriz de reparto (Laura Linney)
3 nominaciones al Globo de Oro, incluyendo mejor película dramática, actor dramático
National Board of Review: Mejor actriz de reparto
Género: Drama Social, Biografía
Localizaciones: Midtown (Grand Central Station)
Sinopsis: Alfred Kinsey fue un hombre que, en 1948, cambió la cultura Americana creando una gran sensación con su libro "El comportamiento sexual en hombres varones". Con él consiguió que cientos de personas se preguntaran sobre los aspectos más íntimos de sus vidas, aumentando la duda y la vergüenza en una sociedad donde el sexo era algo prohibido. Su trabajo se convirtió en uno de los debates más intensos del siglo pasado. Esta es su historia.

Crítica:
Implacable: Moralidad disfrazada de Hechos

Antes del popular musical Dreamgirls, el realizador Bill Condon había filmado dos biografías de dos personajes célebres cada uno en su campo (el hombre de cine James Whale en Dioses y Monstruos, y el hombre de ciencia Alfred Kinsey en Kinsey), pero decisivos en las cuestiones sexuales de sus épocas. Ambas cintas, además de una clásica pero innovadora puesta en escena, son poseedoras de una sinceridad y una veracidad en su historia que las convierten en dos piezas maestras sobre personajes célebres.

Kinsey nos cuenta de manera cronológica la vida de Alfred C. Kinsey, primero biólogo (pese a ser un 'hombre de ciencia' encontraba la paz como los naturalistas o los románticos: en comunión con la naturaleza) y luego estudioso del comportamiento sexual del hombre, marcada por la pasión dedicada a descubrir y estudiar la relación de hombres y mujeres con un tema tan absurdamente tabú como las relaciones sexuales, así como su historia de amor con Clara Bracken McMillen, su esposa, amiga, colaboradora y compañera a lo largo de toda su vida.

Lo primero que sorprende de Kinsey, al margen de su maestra puesta en escena, que es capaz de innovar en un género tan trillado como el biopic, es su meridiana lucidez. Es imposible ver Kinsey sin disfrutar de la inteligencia de, primero, su protagonista, y después, la propia película. Kinsey es capaz de afrontar su tema central mirándolo a la cara, y hacer como su protagonista hizo en su época: saltar por encima de los absurdos tabúes morales y sociales para contar una historia necesaria y universal.

Es inevitable sentir indignación por la ignorancia a la que se sometía a todos los jóvenes en la avanzada norteamérica de los años 40 y 50. Alfred Kinsey fue capaz de postular los comportamientos mentales, sensoriales, físicos y emocionales del sexo para establecer y estudiar sus máximas. Y por el camino, salvó de la marginación y la auto flagelación a muchas personas, al publicar con inconmensurable éxito que hay tantas formas de comunicarse sexualmente como personas hay en el mundo.

Pero Kinsey rebosa inteligencia porque no glorifica y mitifica a Alfred. Es capaz de introducir la duda y los fines humanos de su estudio para que el espectador se plantee dónde están los límites (en su abnegada pasión por la obra de su vida, que descuida hasta su propia salud o en el terrorífico episodio en Nueva York). “Moralidad disfrazada de hechos”: contra éso luchó Kinsey.

Y por supuesto, el reparto está extraordinario, sobre todo los dos protagonistas: Laura Linney y Liam Neeson que dejan ver el paso de los años, el retrato de una época y la labor social de su causa con dos apasionadas interpretaciones capaces de emocionar al más escéptico. Su superlativa labor apoya la emotividad y el juicio de una historia cuyas coordenadas siguen patrones como éstos...

"La mayoría de la gente cree que lo que hace sexualmente es lo que todos hacen o deberían hacer. Pero debo destacar que casi todas las llamadas 'perversiones sexuales' entran en el ámbito de la normalidad biológica.
Por ejemplo, la masturbación, el contacto bucogenital y los actos homosexuales son comunes entre la mayoría de los mamíferos, incluidos los humanos. La sociedad podrá condenar dichos actos por razones morales. Sin embargo, es absurdo llamarlos antinaturales. Aunque basándonos en el primer libro del Génesis y según la opinión pública, sólo existe una ecuación sexual correcta. Hombre más mujer igual a niño. Todo lo demás es vicio. No obstante el historial de orgasmos de los varones de esta clase por sí solo, demuestra la ineficacia de las restricciones sociales y la imperatividad de la exigencia biológica.
¿Por qué hay vacas que son muy sexuales mientras que otras ni se mueven? ¿Por qué hay hombres que necesitan 30 orgasmos por semana y otros casi ninguno? Porque todos somos diferentes. El problema es que la mayoría de la gente quiere ser como los demás. Les resulta más fácil limitarse a ignorar ese aspecto fundamental de la condición humana. Están tan ansiosos por formar parte del grupo que traicionarían su naturaleza para lograrlo. Si algo placentero y vehemente deseado se prohíbe, se convierte en una obsesión.
Piensen en ello."

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