BRIDGES. Julio Rojas. Nueva York. 2009.

jueves, 23 de febrero de 2012

SHAME


SHAME
2012
Dirección: Steve McQueen
Guión: Steve McQueen, Abi Morgan
Música: Harry Escott
Fotografía: Sean Bobbitt
RepartoMichael Fassbender, Carey Mulligan, James Badge Dale, Nicole Beharie, Jake Richard Siciliano, Hannah Ware, Alex Manette, Chris Miskiewicz, Jay Ferraro, Anna Rose Hopkins, Eric Miller
Premios:  Festival de Venecia: Copa Volpi al Mejor actor (Fassbender), Premio FIPRESCI
Premios BAFTA: Nominada a mejor film británico y actor (Fassbender)
Globos de Oro: Nominada a Mejor actor dramático (Fassbender)
Festival de Sevilla: Mejor director, mejor actor (Michael Fassbender) (ex-aequo)
Satellite Awards: 6 nominaciones, incluyendo mejor película y director
Independent Spirit Awards: Nominada a Mejor película extranjera
British Independent Film Awards: Mejor actor (Fassbender). 6 nominaciones.
Asociación de Críticos de Los Angeles: Mejor actor (Michael Fassbender)
2011: Critics Choice Awards: Nominada a mejor actor (Fassbender) y actriz sec. (Mulligan)
Género: Erótico, Drama Familiar
Localizaciones: Chelsea (28th Street Subway Station; Madison Square Garden)
Midtown (Apartamento, 9 West 31st Street)
Greenwich Village (Pier 54)
SinopsisBrandon (Michael Fassbender) es un treintañero neoyorquino con serios problemas para controlar y disfrutar de su vida sexual. Se pasa el día viendo páginas pornográficas y manteniendo contactos con solteras de Manhattan... 

Crítica:
El Cuerpo y la cárcel del Alma

Shame es la hermana natural de Hunger, y no sólo porque compartan director y protagonista, sino porque, de alguna manera, es una obra correspondiente a aquella, de estilización formal y artística impoluta, pero sobre todo de ideas centrales que sin ser iguales, sí son parejas. Es decir, el infierno vivido por Bobby Sands, prisionero contra su voluntad, pero mártir consciente en su transcurso vital, se transforma aquí en el infierno vivido por Brandon, prisionero en si mismo, inconsciente inicialmente, irremediable, destruido por su propio ser, encerrado en su cuerpo.

Porque Shame (que podría también titularse Hunger), no es una película erótica, que busque escandalizar, ni que quiera que hablen de ella por la cantidad de desnudos que aparecen. El cuerpo, el sexo, le sirve a McQueen para hablar del lugar en donde se encuentra el origen de ese instinto, y a su vez, de las profundidades de dos almas solas, de dos hermanos cuya historia nunca llegamos a conocer, pero que con su breve pieza de vida, conmueve desde el momento en que dejamos atrás el morbo alimentado por tanta gente que habla de esta película, y descubrimos que en realidad lo que su director hace es un visceral e incisivo retrato de dos enfermedades mentales, la obsesión y la depresión, y cómo estos dos monstruos sin forma pueden acabar por destruirnos, por destruir lo que más queremos, y por destruir a lo único que nos quiere.

Porque eso es lo que les pasa a Brandon y a Sissy. La llegada de ella, pidiendo ayuda desde el primer segundo, y en especial en su desoladora interpretación de “New York, New York”, se transforma en el catalizador final de la obsesión de Brandon, incapaz de mantener su alienada rutina, e incapaz de salir de ella ni siquiera cuando lo intenta (en esa conmovedora relación con su compañera de trabajo: una serie de escenas rodadas con la cámara fija y unas palabras desoladoras por su verdad).

Con ese sencillo planteamiento, McQueen filma una nueva obra maestra, apoyada en un único tema instrumental que recoge todas las sensaciones de Brandon; en una cámara cuya plasticidad y encuadre crean así mismo obras maestras de la fotografía; un reparto de secundarios cuyo trabajo, por concreción y honestidad es impagable; y dos protagonistas en estado de gracia.

Porque Carey Mulligan y Michael Fassbender viajan hasta el abismo de Brandon y Sissy, lo sortean, y saltan al vacío. Claramente son dos de los mejores actores del cine actual, pero en Shame, con semejantes personajes (y la dificultad añadida de la planificación en algunas escenas: no sólo les vemos desnudos, también mucho tiempo de espaldas, o con una cámara fijada en sus rostros y en sus cuerpos tanto tiempo seguido que es capaz de atravesarlos) dejan clara su grandeza. Y Fassbender merece una mención especial (por, junto con Drive, la mejor interpretación masculina del año, de muchos años...). Brandon, deslumbra tanto como lo hizo Bobby Sands, por entrega física sin red, por compromiso emocional desolador, por la capacidad de taladrar cualquier corazón sensible con la creación de este hombre al límite, cuya (auto)destrucción es tan dura que en ocasiones resulta difícil mirar (recuerdo su cadavérico rostro en su último polvo de la cinta). Pero mirar, en esta película, es sólo el principio. Detrás de todo lo que vemos hay dos de los mejores retratos humanos, sobre el alma y su enfermedad, que hemos visto en una película, en cualquier película.

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